Nos tomamos la vida demasiado en serio. Y entre prisas, caras largas y tonterías se nos olvida lo esencial. Eso que es invisible a los ojos. Después, te sientas casi tres horas a ver una de las óperas más conocidas del mundo «La Traviata» de Verdi, y según transcurre la obra se van sucediendo ante ti escenas casi cotidianas. Y al final te das cuenta de que no somos tan diferentes unos de otros, ni siquiera a lo largo de los años ni en diferentes fronteras. El deseo de libertad, el amor universal, los enredos familiares, la generosidad extrema, la venganza estéril, la cruel muerte…
Esa que se lleva a escritores que en el fondo nunca mueren. Ya lo dice Juan Tallón en este artículo de El País. Humberto Eco en «El péndulo de Foucault» escribió «Creo que aquello en lo que nos convertimos depende de lo que nuestros padres nos enseñan en pequeños momentos, cuando no están intentando enseñarnos. Estamos hechos de pequeños fragmentos de sabiduría».
Estoy tan de acuerdo con eso de que enseñamos tantísimo cuando no estamos intentado enseñarles. Lo que algunos llaman predicar con el ejemplo. «Walk on the wild side» reza un vinilo que me han regalado… y una canción de Lou Reed. Caminar por el lado salvaje nos permite estar siempre cerca de nuestro instinto, ése que sólo se preocupa de que seamos felices y de que nos alejemos de lo que nos hace mal. Así que… hagámosle caso más a menudo y dejémonos llevar por nuestro instinto. ¡Feliz mitad de semana!