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Planes para días cortos y grises

Hace unos días empezó a llover en este otoño soleado y no me importaba demasiado… En febrero andaré mirando ansiosa vuelos directos al Sur, pero ahora está lluvia limpia hasta nuestros sentidos. Cambiar de estación es cambiar de planes de manera radical, por lo menos en el Norte, pero aquí va una lista de cosas que me gustan de estos días cortos y grises:

  • Ver en bucle series. Esperando la quinta temporada de «House of cards» me entretengo con «Masters of sex» y empiezo a disfrutar de «Orange is the new black«.
  • Ver llover desde unas termas o incluso nevar…
  • Hacer castañas en casa.
  • Hacer tardes de palomitas y pelis con las rubias en casa.
  • Preparar bizcochos y magdalenas con ellas.
  • Leer a Lucía Berlín.
  • Ponernos botas de agua y saltar en los charcos.
  • Hacer un maratón de clásicos en casa.
  • Soñar con visitar un mercado navideño de cualquier ciudad europea.
  • Cho-co-la-te con churros.
  • Oír llover desde la cama tapada hasta las orejas.
  • Ir a la montaña a ver la caída de la hoja. Espectáculo.

¿Y a vosotros, qué plan os gusta en estos días cortos y grises?

 

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Otoño

El otoño es como una obra de Francis Bacon. Lánguido, atormentado y estremecedor. Y aún y todo, bello. La paleta de colores ocres disfraza las hojas de los árboles y el cielo nos regala un arcoiris en tonos azulados y pastel… Pero inevitablemente las hojas se caen y los árboles se quedan desnudos, huérfanos. Ramas vacías en infinita soledad esperando una primavera que les devuelva la flor.

Y el mismo ejercicio año tras año. Quizás sea bueno que nosotros también nos despojemos de todo una vez al año para volver a florecer de nuevo. Renovarse o morir. Reinventarse. Quitarse las armaduras.

 

El laberinto de acero del Guggenheim nos recuerda todos los caminos que tenemos para elegir y lo valioso que es, de entre todos ellos, elegir uno. E ir a pecho descubierto a por él. La vida no vale la pena si se vive a medias, si se ama a medias. O todo o nada.

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image¨Madrid, deshabitado como mi colchón¨ me enseña patios infinitos y salas diáfanas donde aprender a volar. Matadero es abierto y luminoso. La Alhóndiga cerrada y oscura pero ambos espacios invitan a sorprenderse. Y su azotea, la de la Alhóndiga, en un domingo soleado de octubre cualquiera… El lugar para perderse entre buena conversación y vermouth.

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En la Roma o en San Telmo, en Parla o en Malasaña se acuesta la misma historia, soñando con ser soñada…