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Un poema de Cortázar y un concierto de Pearl Jam.

A los Reyes les he pedido calma para aceptar lo que tenga que venir. Valentía para salir de mi zona de confort. Coraje para perseguir mis sueños. Y salud de la buena para los míos. El resto es accesorio. Excepto viajar…

Sin pedirlo, el 2017 me trajo un paseo por la Alfama entre tejados lisboetas y calles adoquinadas. Volver a Portas de Sol y conocer el Mercado da Ribeira. Pasear por Cascais y descubrir la magia de un faro y un buen arroz con marisco.

 

Si pedirlo, el 2017 me regaló un viaje con amigas a la ciudad de Willy Fog. Con risas bajo el Big Ben, enchufes raros y paradas de metro multirraciales y heterogéneas.

Si pedirlo, el 2017 me trajo de nuevo noches estrelladas en mi Sur, baños al amanecer en el Mediterráneo, cervezas bien frías y confidencias con mi gente, y horas de sol y lectura sobre la arena.

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Sin pedirlo, el 2017 me regaló la luz de Cadaqués y el primer rayo de sol al amanecer. Y un mojito pirata en una cala de Tossa.

Sin pedirlo, el 2017 me ha traído muchas horas de arena, muchas horas de amigos, la conciencia de que las rubias se hacen mayores y con ellas… yo. En 2017 he tropezado, he caído, me han levantado, me han demostrado, he cometido errores, me han querido como nunca, he sabido quién está de verdad y quién no, he tenido miedo del de verdad, he temblado como una niña. Así que 2018 te pido calma, valentía, coraje y salud. Bueno, y un poema de Cortázar y un concierto de Pearl Jam.

vinistea

«Learning to fly»

 

Superamos con nota el inicio del curso y caminamos al sol por el centro de Londres en plena naturaleza. Hyde Park ha sido un flechazo y siempre será el lugar donde no vi en directo a Tom Petty. Hace unos días nos acostábamos con la noticia de su muerte y con la pena de no haberle escuchado allí en julio…

Seguimos aprendiendo a volar y enseñando a no volar antes de tiempo a dos rubias que se afanan por crecer demasiado rápido. Es la vida, lo sé. Avanza imparable.

Mientras tanto, nos sorprendemos paseando por Convent Garden y sus tiendas, degustando british pale ale, abriendo bien los ojos ante el tumulto del metro y el ruido de las calles de las grandes ciudades. Londres multirracial, heterogénea, abierta, con sus sentidos cambiados y sus enchufes extraños me sabe a amigas de las buenas, a choque de pintas, a carmín rojo de Channel en los labios y a carcajada.

Ya lo dice Lucía B

 

Me pido regresar a Candem, conocer Nothing Hill y pasar un día entero paseando por Hyde Park, en homenaje al tío Tom.

Mientras… disfrutemos soñando con un nuevo viaje.