No hay domingo que no se cuele en mi cama. A calentarse los pies, a reír a carcajadas en cuanto le hago cosquillas. La rubia pequeña. Ella es luz y vida. Y en estos días en los que dan ganas de bajarse de este mundo te reconcilia un poco con él.
El amor turbulento entre Oliveira y La Maga y las caminatas por París en busca del cielo y el infierno. Entre sus líneas me pierdo al sol y a tu vera. Entre dunas kilométricas y mojitos al borde del mar. Cortázar, como lectura de unos días de luna llena y faldas cortas… la miel en los labios, los días largos y tranquilos que nos permiten parar de todo y reencontrarnos.
Otro Faro. En el Atlántico. Entre viento y olor a salitre. Papas arrugadas y cerveza canaria…
Y así comienza y termina un abril de luz. Una primavera de calma y demasiadas ideas en la cabeza, sueños que ojalá en breve se hagan realidad. Hace unos días me perdí una conferencia de Elsa Punset donde hablaba de las «posturas poderosas», esas que nos hacen salir ahí fuera a comernos el mundo y de la importancia que tienen las palabras que nos repetimos a diario…
Rubias, ¿quiénes son las mejores?… ¡Nosotras!