15ce7ed7-f33f-4674-991b-4c541a1ade49

Mi lugar en el mundo

Ayer cruzamos a Francia. Cruzar una frontera, aunque ésta esté al lado de casa, nunca está desprovista de una carga emocional. Y más en los tiempos que corren… La bruma posada sobre las olas, la luz del sol desapareciendo poco a poco y acabamos sentados justo en la otra orilla, enfrente de casa. ¡Qué importante saber ver las cosas desde la otra orilla! Ponerse en la piel del otro, saberse pequeño e insignificante en un mundo loco, no creerse ni más ni menos, encontrar el equilibrio justo de las cosas. Y qué importante salirse de uno mismo de vez en cuando e intentar ver las cosas con perspectiva.

Hace ya algún tiempo escribí este poema:

MI LUGAR EN EL MUNDO

Aún no se cuál es.
Pero sé que tiene mar,
Calles empedradas,
Tranvía,
Vida en calles y terrazas…
Poesía.

Ahora, al releerlo creo haberlo encontrado. No tiene tranvía, ni falta que le hace. Pero es pura poesía, os lo aseguro. Hace apenas cuatro meses que nos hemos mudado y las mudanzas siempre son algo parecido a sacudir con fuerza una alfombra. Levantan mucho polvo y sirven para hacer limpieza. Algo necesario cada equis tiempo.

No aferrarse, saber desprenderse, adaptarse a los nuevos espacios, a los horizontes nuevos. Saberse bien recibido incluso entre caras desconocidas, pasear por donde nunca imaginamos, vivir en un eterno verano y despertarme, cada día, contigo al lado. Sin duda, mi lugar en el mundo.

Me gustaría que las rubias crecieran teniendo siempre otra perspectiva de las cosas. Sabiendo que nada es mejor ni peor que nada y dando importancia a lo que lo tiene… las vivencias, la compañía, las personas. Saber que si estamos juntas, todo irá bien.

Y sí, tengo un puñado de poemas escritos y guardados en un cajón. Los leo y releo un millón de veces. Los voy corrigiendo y adaptando con el deseo íntimo de que algún día vean la luz. Sueño con una edición limitada a pocas unidades, cuidada y con alguna ilustración de alguna ilustradora a la que admiro. Pero nunca me parece que sean suficientes ni que estén a la altura… así que seguiré escribiendo, leyendo y releyendo, corrigiendo y soñando hasta que estos poemas encuentren su momento de salir a la luz…

Mientras tanto, esta semana vamos a imprenta con un nuevo cuento ilustrado de Juliette. La chica valiente que tantas alegrías me da… y, como la primera vez, me siento como una niña emocionada. Ojalá sentir siempre muchas primeras veces. Ojalá…

Vida pirata

La vida pirata

Allí donde hay guirnaldas de luces y banderas piratas es bueno quedarse. Se lo demostré hace unos años a una buena amiga en Verona mientras buscábamos un sitio para tomar un mojito. Donde haya guirnaldas de luces, allí es. Y nos ocurrió la misma serendipia una noche en Lisboa cuando nos dejamos guiar por un grupo de  extranjeras (como nosotras) y acabamos en el mejor garito de Lisboa bailando bossa. Había guirnaldas de luces en la entrada y una escalera de caracol.

 

Algo parecido ocurre con las banderas pirata. De vacaciones en Tossa acabamos, como siempre callejeando y sin destino, en una diminuta terraza con vistas a una cala y bandera pirata. Sonaba «Stairway to Heaven» y cada sorbo de mojito sabía a «este momento lo recordaré toda la vida«. Regresamos al tiempo, como se regresa a los lugares que uno ama, y allí seguía la bandera pirata. Al camarero, por supuesto, le pedimos que pusiera aquel tema de Led Zeppelin.

 

Desde entonces intento visitar aquellos lugares que enarbolan una bandera pirata. Y nuestros veranos comienzan cuando colocamos la bandera pirata allí donde estamos. Nos recuerda que comenzamos a fabricar recuerdos que perduran después todo el invierno. Que la vida es sencilla al lado del mar, en chancletas y con poca ropa. Que es momento de parar, de quitarse de encima todo lo que resta, lo superfluo y accesorio y volver al otoño con el foco y las energías puestas en lo que sí, en lo que merece la pena, en aquello que nos lleva al lugar soñado.

 

Al final de nuestros días, os lo aseguro, recordaremos los lugares con guirnaldas de luces y banderas pirata. Así que hoy, aquí y ahora… amemos y honremos esta vida pirata.

beach-foam-landscape-nature-533923

La VIDA

Pasear por la orilla del mar. Oler a salitre. Llevar miles de granos de arena a casa. Ir a la heladería y pedir un helado de dos bolas. Acercarnos al Náutico, sentarnos en el suelo. Patinar en Hendaya. Caminar hasta las dos gemelas y vuelta. Comer unas bravas en Sagüés. Sentarnos en el muro. La música en directo con una cerveza en la mano. Bailar sin pensar en mañana.

Tener una mañana de locos, dejar a las niñas en el colegio y desayunar tranquila con el periódico en la mano. Salir de trabajar y tomar un café tumbada en la tarima del Quijote mirando al cielo, escuchando el mar. Llegar a la salida del colegio y preparar los bocatas en el coche porque sé que la rubia pequeña sale hambrienta y pide el bocadillo casi antes de darme un beso.

Las tardes para mí. El café de los miércoles con los aitonas en la Plaza Roja mientras las rubias están de extraescolar. Los «me dejas salir con mis amigas, ama» de mi rubia mayor. Tus llamadas en cuanto sales de trabajar y te montas en el coche. Ir a hacer la compra juntos (sin guantes, sin colas, sin mascarillas, con comida en las estanterías). Los «ama, me han invitado a un cumpleaños».

Coger la vieja Vespa azul (la Sussie) y recorrer la Corniche. Ir a ese garaje de San Juan de Luz reconvertido a comer un crep y jugar al futbolín. Los sábados a la mañana sin prisas pensando qué plan haremos a la tarde. Preparar el siguiente viaje. Comprar entradas de cine. Las cenas de amigas. Salir sin rumbo fijo el domingo por la mañana y acabar tomando el vermut en una terraza. La paella y la siesta después de estar toda la mañana fuera de casa.

Los abrazos y besos. Las comidas familiares con acordeón y primos que alborotan. Las fiestas de pijamas con amigas de las rubias en casa. Venga, este jueves quedamos. Comprar flores. Pasear por un bosque. Ver la belleza en un árbol. La VIDA con mayúsculas a la que antes no dábamos importancia y ahora añoramos. Las cosas normales que se han convertido en extraordinarias. ¡Soñemos! … vendrán días mejores de sol en el rostro y arena entre los dedos de los pies.

 

courage

Courage ma belle

Marzo se nos va de las manos como se aleja un tren de madrugada en una estación deshabitada. Se escapa sin poderle poner freno, sin haberlo disfrutado apenas, sin haber visto nacer las flores en los árboles ni un atardecer en el mar. Así se nos va un mes incierto, desafortunado, raro. Ha llegado la primavera sin chiquillos en la calle, sin alborotos ni traspiés. Y quizás, con más horas de sueño profundo, más poesía leída y más canciones escuchadas de lo habitual.

Cuando todo esto pase, que pasará… sé que recordaré a mis hijas felices en bata y pijama haciendo guerras de cojines, y ellas a mí tomando el sol en la terraza a la menor ocasión. A los abuelos manejando las videollamadas con profesionalidad y a mis amigas brindando con una copa de vino por el siguiente viaje juntas. Menos mal que aún guardamos el sabor de un viaje a Lisboa bailando bossa hasta casi el amanecer. Como dice el poeta Miki Naranja «tengo la autoestima por los sueños».

Y sí, nos quedará la sensación de un «te echo de menos«, los conciertos virtuales, los libros en la mesilla releídos y el viejo vinilo sin parar de sonar. Y volveremos a la conquista de las calles, a las terrazas al sol, a pasear por la orilla y a Venecia, por fin. Y, sobre todo, volverán los abrazos. Esos que ocupan el top one en la lista de lo más deseado de estos días largos en casa. Nos abrazaremos sin parar. Por lo menos un siglo más…

Mientras… hoy es siempre todavía. He visto la luna y me he emocionado. Y así, cada día… porque no sé si os habéis dado cuenta, pero aún seguimos vivos.

 

playa

Estos días de agosto

Estos días de agosto. Siestas de verano con el ventilador a medias, las olas de fondo, la arena entre unas sábanas que sobran hasta el alba. Esa calma inaudita, esta vida sin prisas.  Este olor a salitre hasta en las entrañas. Con chancletas, poca ropa, sin maquillaje y el pelo alborotado del cloro y del agua salada. Con un paisaje de cielo azul, de mar en calma, de aguas cristalinas y banderas piratas. Con la cala Waikiki conquistada a base de caminar entre árboles caídos y olor a pino, entre piñas de bosque y caminos marcados en los troncos.

Sin más pretensión que ganar esa partida a la escoba, librar esa aguadilla y no desesperar ante el ruido y las terrazas demasiado concurridas. Pero, si uno sabe elegir, más allá de los núcleos urbanos y de los pueblos demasiado conocidos hay un sinfín de calas vírgenes y de paraísos deshabitados en pleno agosto y no demasiado lejos de casa. No seré yo quién los desvele.

DSC02574

El otro día leía a alguien escribir sobre la cara A y la cara B del mes de agosto. Los que disfrutan de vacaciones después de un año intenso de trabajo y los que trabajan en sectores que en verano doblan los esfuerzos y no pueden librar. Yo, mientras pueda, me pido estos agostos libres y un poco asalvajados, con rock de fondo, comidas sanas y un buen mojito en la calle del pecado de Sitges, donde yo… sólo veo amor.

books

Joie de vivre

Sonaba «We take care of our own» en ese Marshall que algunas noches nos vio bailar y muchos días sudar. Llovía y hacía viento ahí fuera y eso que ya habíamos pasado el dichoso cuarenta de mayo. Toca verano. Toca bajar el ritmo frenético, empezar a caminar descalzos y brindar con esa copa de vino al borde del mar en Gèthary. Toca buscar y encontrar historias contadas por otros en páginas ajenas y que la vida pase lentamente.
Junio es poesía incluso con gotas de lluvia en los cristales. O precisamente por eso. Los días largos y tantísima luz por delante. Atrás queda ese Bansky que, por sorpresa, encontramos paseando por la Sorbona. Y esa maravillosa huída en patinete eléctrico hasta los mismísimos Jardines de Tullerías. Ay, París… esa ciudad a la que siempre regresar. Incluso en sueños.

Y ahora ven, abrázame fuerte y dime que todo va a salir bien. Como en la canción de Depedro.

Joie de vivre, ¿recuerdas?.

bordeaux

Sweet Home Bordeaux

Una es feliz un lunes de marzo escribiendo al sol desde la terraza de Cinèma Utopia. Cuando la vida gira 180 grados en apenas unos segundos nos vamos acostumbrando a saborear los instantes de felicidad como si fueran eternos. 

Hace apenas unas largas horas fallecía un artesano de la vida de 85 años, con el corazón fuerte y la ilusión intactas. Le conocí a través de los ojos de su hija pequeña, mi amiga Lidia. Y decidió irse (si es que algo así se decide) un martes de marzo, con las mimosas en flor y la primavera adelantada.

La vida bohemia y tranquila de Bordeaux. Plazas y terrazas, libros y poemas, juventud a mares y el Garonne con toda su inmensidad. Bebemos cerveza mientras alguien canta «Sweet Home Alabama» y sé que algún día podría quedarme a vivir aquí.

Bordeaux.jpg

Al temido invierno le hemos robado días de lluvia, paseos por Convent Garden entre sueños de cambio y hasta una impensable y deliciosa visita al viejo Bordeaux. ¿Quién dijo que nos costaba salir de la zona de confort?

«Me rebelo, luego somos» Albert Camus

 

chicas

¿Bailamos?

A 2018 le pedí calma, valentía, coraje y salud. Y así lo acabo. Con la sensación del agua de mi pequeño paraíso murciano en los tobillos y las ganas siempre de volver más pronto que tarde. Con una Girona espléndida que nunca deja de abrigarme. Con Venecia dando calor a un otoño bandido y Verona dando sabor a noches de miel. Con Madrid recordándome que aún sigo viva si cierro los ojos y logro emocionarme de nuevo con la voz de Eddie Vedder y el sonido eterno de Pearl Jam.Ya no hay año que no tenga curvas y nos vamos acostumbrando a girar el cuerpo para tomarlas bien y no caer del todo. Y llegamos a meta, vaya si llegamos. Pero disfrutando del camino y de quien nos acompaña. De la música de De Pedro, de la energía renovada de mi mexicana preferida y de los Gaylads en esta canción que sabe a trenes de llegada y de salida.

 

Vamos a por un 2019 de chicas valientes. London is coming y queda mucho por bailar. Tanto que siento que este viaje acaba de empezar…

cuckoo

El viejo reloj de cuco

El viejo reloj de cuco estaba anclado a la pared de la sala, junto a la mesa del comedor y muy cerca de una foto familiar. Todos nosotros muy niños, nuestros padres aún jóvenes y los abuelos orgullosos de reunirnos para la instantánea. En el último piso de aquel portal de la calle Serapio Múgica estaba el viejo reloj de cuco y un bote de plástico lleno de llaveros diversos y variopintos. Había cientos de llaveros. Y el abuelo Pedro los coleccionaba. La de tardes de domingo que habremos pasado en nuestra infancia jugando con aquellos llaveros. La de horas que habrá marcado ese cuco viéndonos crecer.

Todo esto viene a mi recuerdo porque el viejo reloj de cuco está en otra pared de otro comedor. A mil kilómetros, pero no podía tener mejor destino… Ha pasado a ocupar espacio en otro lugar refugio para toda la familia, donde nuestra infancia tiene sabor a mar y olor a camping. Y allí marcará las horas de los veranos de nuestros hijos, viéndoles crecer, viéndonos envejecer.

A este año le quedan un par de telediarios y tantos sueños aún por cumplir que le abrimos los brazos de par en par al diecinueve. Subamos al autobús, no importa el destino… importa el viaje…

«El día pasará y la vida seguirá,

ganarán los mismos,

perderán los de siempre

y quizá, si eres paciente,

si dejas de correr -y te perdonas-

la vida deje de ser ese autobús

que se escapa justo cuando llegabas a la parada»

Marwan «La triste historia de tu cuerpo sobre el mío»

*Va por ti este post, preciosa tía Lucía… a por todas mi chica valiente <3

venice

Je ne sais pas…

Suena Manu Chao en el coche… «qué voy a hacer, je ne sais pas». Pero en el fondo claro que lo sabemos. Éste es el otoño de las chicas valientes y Venecia se inunda. Pero qué será de nosotros si nos damos por vencidos. La Piazza San Marco me recibe con pleitesía y suena la música de una pequeña banda con violín y piano, anochece pero es como si saliera el sol y nos perdemos entre las minúsculas callejuelas entre canales. Si viajas, déjate sorprender.Y nos sorprende una tasca nada cool llena de buen vino italiano y mejor gente «Vini al bottegon». No hay como alejarse de los sitios frecuentados por turistas y aunque parezca mentira, hasta en Venecia se puede.

 

La ciudad de Romeo y Giulietta es pura ebullición. Sus plazas rebosan ambiente y la vida se ve bonita pasar desde el Café Victorio Emmanuelle de la Piazza Bra de Verona. Si además tienes la suerte de cenar al aire libre pasta fresca y tomar un mojito en Duchi Café, el garito de moda, te sentirás más afortunada que la propia Julieta. No era difícil.

Verona

En cada ciudad, hay que dejar un plan para la próxima visita… y será ver una obra de teatro en el grandioso anfiteatro Arena. Cambiaremos las hojas pero las raíces siempre serán las mismas. Leo esta frase mientras escucho el nuevo disco de Depedro, lleno de melodías y colaboraciones gloriosas.

Como decía Albert Camus… «Voy a decirte algo; los pensamientos nunca son honestos. Las emociones sí». Emocionémonos pues…